domingo, 28 de febrero de 2010

Déjà vu

Hoy me encontraba en el trabajo (local de informática) y me encontré hablando con un cliente, cuando sucedió. Un Déjà vu. Esa inexplicable sensación de haber experimentado previamente, la situación que se esta viviendo. Uno no llega a tener un recuerdo fehaciente, tangible. Sino que se basa solamente en la sombra de un recuerdo que alguna vez solía estar ahí, escondido en el más recóndito lugar de nuestra mente. Jamás me molesté en intentar indagar el motivo que me produce un Déjà vu, ya que sinceramente, uno ya lo toma como lo que és. La sociedad misma nos incorporó desde chicos este concepto divertido, de vivir experiencias en forma repetida.

Esta vez me aventuré a pensar. ¿Qué podrá haber hecho que sintiera, estando en mi trabajo hablando sobre una garantía, que haya vivido un
Déjà vu? Y ahí me di cuenta. No es un Déjà vu, es la rutina. Es la sensación de volver a vivir un momento, por más fugaz que sea, que es casi idéntico, a otro momento que ya hemos vivido. Si, lo sé, resulta más placentero considerarlo como algo místico, tan particular de un Déjà vu, pero seamos sinceros con nosotros mismos por una vez, se trata de la rutina, gris, monótona e intrascendental.

Tomar conciencia de como nos llega a afectar la rutina, me logró hacer pensar (tampoco es muy dificil lograrlo) que nos encontramos cada día más y más sumergidos en la automatización de nuestras acciones. No solo le bastó al mundo con inventar robots y tecnología, sino que ahora nos transformamos en una herramienta más a su servicio. Triste, pero real.

La civilización necesita producir y reproducirse para desarrollarse y crecer. Bien, perfecto. ¿A qué costo? Nuestras vidas son propias, no son de la sociedad. Si bien las personas nos hacen quienes somos, no vivimos para el resto, sino para nosotros mismos. Nadie más que nosotros disfruta o padece nuestra existencia. Y fuimos nosotros mismos, los que logramos llegar a este punto, casi sin retorno. Donde la realidad se terminó transformando en monotonía y escapamos de ella en forma fugaz, esporádica, o en algunos casos, resumida en 15 días de supuesta libertad.

No pretendo crear una revolución (del tipo que fuese) desde mi escritorio. Sería utópico e iluso de mi parte. Simplemente quise compartir con quien llegue a leer esto, la necesidad que tenemos, de disfrutar la vida un poco más. Sin irnos de nuestros cabales, tratar de hacer de nuestro entorno, tanto laboral como familiar, un lugar más dinámico, atractivo y entretenido. Hoy me toca cocinar. Y en vez de las genéricas milanesas de pollo congladas, los voy a invitar a comer afuera. Ni se lo imaginan.

No hay comentarios: