La política argentina siempre se caracterizo por la imposición de las formas de aplicación de derechos de cada gobierno. Jamas han importado los logros de un gobierno vigente, más que para los adeptos al partido gobernante. Doscientos años de historia no nos fueron suficientes para comprender y asimilar el concepto de continuidad. De esta forma, nuestro país vuelve a renacer, destruido o reforzado, cada cuatro años. Únicamente por el razonamiento fuera del recipiente que lleva a la clase dirigente a considerar todo esfuerzo aplicado por contrincantes partidistas es equívoco y carente de criterio.
Pero esta falencia no es propia únicamente de los gobernantes, como si se tratara de una deformación de estructuras psicológicas que padecen los estudiantes de abogacia o ciencias políticas, sino también del pueblo que los sustentan. El pueblo ha demostrado con el tiempo su posición dualista respecto a cualquier tema que admita una opinión pública abierta.
Si nos cuestionamos el origen de la opinión política, es decir, la variable política de la opinión publica, inferimos directamente sobre los lideres de opinión que se presentan periódicamente (o diariamente) en los medios de comunicación masiva que consumimos.
No existe otra fuente de información mas certera y legitima, que provea a las masas de noticias respecto a la economía, la política o la sociedad, que los medios. Entonces, ¿cómo podemos interpretar que cualquier conocido, sin importar su formación cultural, formule una opinión política partidista sin comprender realmente el funcionamiento del contexto macro-económico, socio-político e institucional de la nación?
Muy fácil. La repetición análoga implica un ahorro de energías sustancialmente mayor que el que requiere el análisis y comprensión responsable de la información que se consume.
Esa repetición, tan colectiva como carente de criterio individual, surge como consecuencia de una estructura educativa nacional deficiente, ya que durante los años de formación, la relación fomentada entre profesores y estudiantes impide el cuestionamiento del conocimiento o, peor aún, la pluralidad de voces. La única verdad válida es la que nos enseñan en clase, y en caso de osar cuestionarla, estaremos equivocados, habremos fallado, reprobado, o en el peor de los casos, nos veremos obligados a repetir el mismo escenario, debiendo nuevamente aceptar los hechos sin cuestionarlos.
Esta modalidad de enseñanza, retrógrada para la época que vivimos, induce a la repetición sin procesamiento de la información, impidiendo la formación de conocimiento objetivo.
Pero si al finalizar nuestros estudios nos encontráramos libres de restricciones para fomentar nuestro razonamiento individual, resultaría más sencilla la solución a este dilema. En realidad, nos encontramos con un inconveniente de mayor magnitud. La constante exposición a los medios de comunicación, desde temprana edad, nos estructura psicológicamente a comprender la informacion que nos es brindada, como verídica, sin cuestionarnos su propósito o potencial falsedad.
El periodismo siempre fue considerado como una disciplina de objetividad natural y de ejercicio de la denuncia y la exposición de las injusticias que acongojan a la sociedad. El periodismo de investigación condicionado en prime-time lo legitima y afianza su credibilidad. El principal problema de esta falta de objetividad en el suministro de la información radica en la prohibición inductiva a los espectadores para formar una opinión, luego de haber contemplado una visión plural. Esto es, por la ausencia de voces objetivas, o bien, por la ausencia de voces en sí.
La dualidad jamás generó progreso, porque implica miedo, rechazo e intolerancia a lo "no propio". No se busca la aproximación o el consenso, sino la imposición. Es por ese motivo, entre otros cuantos, el motivo de la ausencia de políticas de estado, o de co-participación de partidos políticos para la generación de proyectos en conjunto. No solo resulta una problemática institucional, sino que hasta invade la vida privada de los ciudadanos. "El que no esta de acuerdo conmigo, esta equivocado", suele ser nuestro razonamiento inconsciente. Ni a favor, ni en contra. No existen las verdades absolutas, solo las provisorias. Un compañero de trabajo no se vuelve un enemigo por argumentar en contra de nuestros razonamientos.
La opinión pública se ha convertido en un poder destructor de instituciones, tan esquizofrénico y bipolar, que resulta tan impredecible como irracional. La actualidad política es la mejor prueba de ello. El mejor consuelo a este problema es la ilusión de evolución humana. Tarde o temprano llega. Llega, ¡¿no?!